En esta actividad, Isabel nos dijo que nos estudiáramos unas paginas del temario correspondiente a la evaluación. La verdad es que cuando las leí no pensé que fuera necesario memorizar nada porque el texto era más aplicado a la comprensión que a la ya tan conocida acción de empollar. Así que, teniendo claros los conceptos acerca de cómo evaluar y la mejor opción de evaluación, me presenté el miércoles pasado a clase pensando que el examen que nos iba a ofrecer Isabel iba a ser una tarea de plasmar en el papel lo que había entendido.
Craso error.
Isabel vino con cuatro tipos distintos de exámenes: test con encabezado, test sin encabezado, desarrollo de aplicación y desarrollo de memoria. ¿Y cuál me tocó a mí? El de siempre, el de empollar y, así, salió como salió.
Suerte que al final todo ello fue la base para un completo debate que se produjo después acerca de los métodos de evaluación.
REFLEXIÓN
Teniendo en cuenta que la tarea de evaluar es uno de los proceso más difíciles a los que se tiene que enfrentar un profesor, vamos a intentar profundizar sobre este hecho.
Cuando evaluamos, deberíamos tener muyen cuenta qué es lo que queremos evaluar y una vez que sabemos eso deberíamos realizar un examen acorde con esos objetivos. Así:
- si queremos evaluar unos conceptos el examen sería tipo test.
- si queremos evaluar una aplicación de esos conceptos el examen sería de desarrollo.
Pero ¿qué sucede si queremos evaluar por competencias? Este concepto de "competencias" es muchísimo más global que todo lo anterior hablado, ya que cumplir con las competencias es formar a alguien para que sea competente, va a hacer que el sujeto sepa elegir la mejor opción para aplicarlo adecuadamente en una situación determinada. Hay que enseñar a que el alumno piense, que aprenda a aprender. Sin embargo, eso no implica que no debamos enseñar contenidos que no tengan aplicación, ¡claro que no! Esos contenidos son necesarios para convertirnos en seres perfectamente sociables, con una cultura interior importante que hará que crezcamos como personas.
Pero entonces ¿cómo evaluamos eso? ¿Con un examen final? ¿Con un número del 0 al 10? Es realmente complicado, porque para ello deberíamos evaluar de una forma auténtica y, hoy por hoy, esa evaluación es totalmente utópica. El sistema educativo choca contra un muro de hormigón a cada curso y por ello se continua aplicando la misma forma de evaluar.
La semana pasada en la presentación del proyecto número 12, Antonio Gómez Carmona, admitía que la evaluación era un problema muy importante en su proyecto sobre nuevas tecnologías porque los profesores del centro de Córdoba se encuentran bastante solos en este ámbito, ya que no existe una evaluación establecida que guíe a los profesores que se embarcan en este tipo de proyectos. Como consecuencia, él aplicó la evaluación que creía más correcta: la justa.
Y ahí entramos en otro tema importante en el tema de la evaluación: ¿justicia u objetividad? Algunos pensarán que objetivos: respondes esto, obtienes esto. Pero ¿cómo vamos a ser objetivos si nosotros mismos somos seres subjetivos? En el momento de puntuar, ¿nos desquitamos de nuestros sentimientos, de nuestro día a día con los alumnos, de nuestra observación diaria de su interés (o desinterés) por lo que estamos enseñando como, sencillamente, nos quitamos el sobretodo cuando llegamos a casa una tarde de invierno? Claramente, no. La interacción con ellos nos influye, igual que nosotros influimos en sus mentes y en sus corazones y por muy objetivos que queramos ser, nunca conseguiremos el 100% de objetividad. Con lo cual, dentro de este mar de subjetividad en el cual nos vemos inmersos, intentemos ser lo más justos posibles en nuestra actuación. Pensemos que tan válido es añadir esas décimas en un examen suspenso para conseguir el aprobado como esas mismas décimas en el excelente para conseguir una matrícula de honor. Pero también seamos justos a la hora de suspender, seamos flexibles sin ser permisivos.
En conclusión, la coherencia debe ser la base del proceso de la evaluación. Debatamos, hagamos exámenes tipo test o de desarrollo, inventemos nuevas formas de evaluación que sean acordes con lo que queramos evaluar, pero por favor, intentemos aplicar el sentido común en el punto final del proceso educativo de cada curso. El resultado final será mucho más satisfactorio para el docente y sobre todo para el alumno.